El desalojo de la toma de tierras de Guernica se postergó para los primeros días de octubre, tras una presentación formal del Gobierno de la Provincia ante el Juzgado de Garantías N° 8 de Cañuelas.
Según el censo realizado el fin de semana, alrededor de 2500 familias habitan el predio.
Algunos van, otros vienen. Hay un orden geométrico en la distribución del predio, calles internas y algunos puentes improvisados que permiten pasar de un lado al otro de la enorme extensión de tierras, surcadas por un arroyo.
Postales de familias que caminan en grupos, asambleas, niñes en bicicletas, un hombre que arregla el techo de su ranchada se suceden durante la cobertura de Kamchatka. Cada uno parece tener algo que hacer para pasar la tensa calma que se respira.
Silvia, una de las mujeres que recibió a esta revista, está con su hija y una amiga cocinando buñuelos para llevar al comedor, donde se organiza una copa de leche.
Quienes fueron censados tienen un número en la entrada que los identifica. Las casillas improvisadas con lo que fueron encontrando tienen en su composición el deseo de la vivienda propia con un portal de entrada, un cerco, una hamaca y la orientación al sol.
En la puerta de ingreso al predio, se encuentra Nora, que había ido a ver su hija y sus nietos. Está preocupada por las noticias de desalojo que ve por la tele y quería saber cómo estaba la cosa. “Mi marido me dice que no me preocupe, que todo se va a resolver para bien, pero yo no confío”, dice.
En otro lote, Juan desarma transistores para quitarles el cobre y venderlos. “Anda cirugeando con su carro”, cuenta, porque hace 3 años se quedó sin trabajo. Es albañil. “¿Podés creer? Construí edificios gigantes y ahora no tengo dónde vivir”, grafica. No pudo seguir pagando un alquiler y se convirtió en uno de los primeros en llegar a la toma, hace casi 3 meses.

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